Le pedí a la virgencita por el malvón blanco. Yo trato de que la
enredadera deje de crecer, pero no hay caso. Le dije: señor Dios, páreme la
enredadera, haga que no crezca más, mire, esta como loca y mi pobre malvón
albino perdido entre tanto verde. ¿Ve? es como la Magdalena, una
prostituta. Y nada, sigue y sigue. Por eso ahora le pido a la virgencita,
a la María, por lo blanco, pienso yo, ella con ese velo, si hubiese
conocido a mi malvón albino, seguro tendría el manto hecho de sus pétalos, la
tengo en la cocina y le prendo una vela, para decirle: cuide a mi malvón,
virgencita. Pero no hay caso, nadie me escucha, ni Dios ni la virgencita, tuve
que hacer justicia por mano propia, y que Dios me perdone. Con
azúcar le hice un círculo alrededor del tronco, a esa viciosa de la vegetación,
y le tire una pava de agua hirviendo, para que vea esa guacha. Se lleno de
hormigas, intrusas que no hacen más que subirse a malvoncito, así que agarre el
veneno y rocié todo el jardín. Se murieron las hormigas y el cedrón. ¡Ay!
Diosito, virgencita ¿qué voy a hacer? se
me ocurrió agarrar la biblia para leer sobre la Magdalena, y dice que la perdonó,
pero esa dejó, y está muy desgraciada no, sigue verde y grande. Así que no tuve
opción, lo tuve que aislar, alejarlo de la otra, desenterré al malvoncito, le hice una oración
de disculpas por el sufrimiento, y lo plante en una maceta.
Ahora le rezo al padre Mario, porque dicen que cura animales, y
mi malvón albino es como un gato siamés hermoso, pero no sé, esta tan triste,
se le cayeron todos los pétalos, pelado esta. ¿Será que Dios me dio esta cruz?
No hay comentarios:
Publicar un comentario