domingo, 23 de junio de 2013

¿Dios, estas ahí? Soy Marta




Le pedí a la virgencita por el malvón blanco. Yo trato de que la enredadera deje de crecer, pero no hay caso. Le dije: señor Dios, páreme la enredadera, haga que no crezca más, mire, esta como loca y mi pobre malvón albino perdido entre tanto verde. ¿Ve? es como la Magdalena, una  prostituta. Y nada, sigue y sigue. Por eso ahora le pido a la virgencita, a la María,  por lo blanco, pienso yo, ella con ese velo, si hubiese conocido a mi malvón albino, seguro tendría el manto hecho de sus pétalos, la tengo en la cocina y le prendo una vela, para decirle: cuide a mi malvón, virgencita. Pero no hay caso, nadie me escucha, ni Dios ni la virgencita, tuve que hacer justicia por mano  propia, y que Dios me perdone.  Con azúcar le hice un círculo alrededor del tronco, a esa viciosa de la vegetación, y le tire una pava de agua hirviendo, para que vea esa guacha. Se lleno de hormigas, intrusas que no hacen más que subirse a malvoncito, así que agarre el veneno y rocié todo el jardín. Se murieron las hormigas y el cedrón.  ¡Ay! Diosito, virgencita ¿qué voy a hacer?  se me ocurrió agarrar la biblia para leer sobre la Magdalena, y dice que la perdonó, pero esa dejó, y está muy desgraciada no, sigue verde y grande. Así que no tuve opción, lo tuve que aislar, alejarlo de la otra,  desenterré al malvoncito, le hice una oración de disculpas por el sufrimiento, y lo plante en una maceta.
Ahora le rezo al padre Mario, porque dicen que cura animales, y mi malvón albino es como un gato siamés hermoso, pero no sé, esta tan triste, se le cayeron todos los pétalos, pelado esta. ¿Será que Dios me dio esta cruz?

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