martes, 29 de octubre de 2013

Odisea del espacio

Vacío

En el silencio
cielo sin nubes,
estrellas,
solo negro.
El sol ya no es redondo
desde acá

Arriba o abajo
Es lo mismo
Si mis pies son pies
o manos o patas de rana
no hay ningún lugar
donde volver a pisar

jueves, 5 de septiembre de 2013

Mi casa es un pasillo

Se abre la puerta y entra la Closi está de paso a la panadería, atrás llegan  Yoyi y Eche.  Buscan a mi hermano. No pasan cinco minutos que vienen Marisa con su hijo Esteban, avisando que en un rato van a  venir Zurdo y Yogurt a traer unos papeles del juzgado. Roberto entra y sale, hace una semana que vive en casa,  se encarga de hacer los mandados. Vero llega del colegio con dos compañeros, todos se quedan a almorzar. La puerta ya no  cierra, la dejamos abierta para no escuchar el rechinar de las bisagras. Hoy es lunes, son las doce del mediodía.


lunes, 12 de agosto de 2013

Grietas



La amenaza del trueno nos detuvo en seco como si nos hubieran echado una maldición. La pampa se nos hizo hostil. Titubeamos, ajenos al paisaje, extraños especímenes fuera de contexto. Los animales se escurrieron sin preámbulos ni dilaciones. Nosotros no supimos qué hacer y nos quedamos quietos, indefensos. La única certeza era la repentina oscuridad y la lluvia que empezaba a caer llenando el aire con gotas gruesas. Un fogonazo con la potencia de la muerte iluminó el cielo rayándolo, formando grietas por las que el agua empezó a brotar furiosa. Si él me hablaba o no, no lo sabía, porque no había lugar en el aire para otro sonido que el de la tormenta. Y así estuvimos un tiempo. Solos en medio de la naturaleza, sintiendo la dimensión de todas las cosas. Le agarré la mano y la apreté con fuerza para envalentonarme y no llorar.


Vicky Raimondo

martes, 30 de julio de 2013

Sinestesia

Aplacamos un sentido para descubrir otros.
Los aromas, texturas y aromas provocan asociaciones, destapan la memoria y nos provocan la escritura.






lunes, 15 de julio de 2013

El frío de los huesos

El mundo se movía más de lo normal, con cada respiro la frescura de la madrugada me apuñalaba otra vez el cerebro.
Sentía un poco el cuerpo, pero sé que caminaba o corría. Algo mojo mis labios, amargo, aguachento, pero duró poco. Estaba cansado enojado, en un arranque de ira estrellé lo que tenia en la mano contra algo !splash!; mil pedazos de vidrios volaron y la sangre empezó a brotar. Oí unas risas o un llanto, todo se movía rápido sin sentido frenético, el tiempo paró.
Cuando encontré, en algún lugar, mi conciencia ya no sabía donde estaba ni cuánto tiempo había pasado. Vi blanco, la nada. El frío me calaba los huesos, entonces mordí y me puse a llorar.
Decidí irme. No soportaba ese olor, un fuerte olor a lavandina con trapo sucio, podrido, que tapaba un aroma tenue, lejano, ascéptico como la muerte.
Me senté en la camilla, miré mis manos; un punzante dolor me hizo girar la muñeca. Tenía suero, me lo arranqué, bajé de la cama y caminé hacia la puerta, nadie se movió, había hombres y mujeres con caras de cansancio, algunos durmiendo, otros esperando.

Salí por la puerta principal, la luz me encegueció, tuve sed, esa sed incontenible, insaciable, desesperante y ya no pude mirar ni escuchar, sólo caminé hasta que no pude más.

Dani Malgor 04/06/07  

martes, 9 de julio de 2013

El Rosario al cuello

Mamá me lo regaló, cincuenta y nueve cuentas divididas; cinco una, cinco una, hasta cincuenta y cuatro, después, cinco más en fila y en la punta una cruz con el muerto. Yo, me lo puse, con toda la catequesis en la cabeza. A veces se pone fluorescente, en la buenas acciones; ayudar a cruzar al ciego o darle una bolsa de comida a un cartonero. El resto del tiempo pesa y se opaca. 

jueves, 27 de junio de 2013

Zoom

En un auto vamos los dos, envueltos en el silencio profundo de la madrugada. Las palabras se fueron espaciando hasta dejar baches tan grandes que ya no pudimos seguir el hilo de la conversación. Pero estaba el mate como amuleto, como puente hacia lo cotidiano. Es curioso como aún queriendo escapar de la rutina, no hacemos más que sucumbir en cada pequeño ritual, buscando desesperadamente algo que permanezca inalterable dentro nuestro.  
La ruta tiene un sonido similar a palabras susurradas, como secretos que los viajeros le cuentan al camino. Pienso que yo también tengo secretos, pero ahora no se me ocurre ninguno. Se me aparecen como pequeños pájaros saliendo de una jaula donde estuvieron encerrados durante mucho tiempo. Los imagino negros. Cebo un mate despacio, cuidando de no volcar y lo tomo de un sorbo. Me pregunto de qué color serán los secretos de Miguel. Lo miro fijo, tratando de adivinar la respuesta. Él me sonríe y me acaricia la mano. Decido que seguramente sean negros como los míos. Vuelvo a cebar, le alcanzo el mate, toma de a sorbos cortos, haciéndolo durar y me lo devuelve.

lunes, 24 de junio de 2013

Durazno Limón.


El mundo se movía más de lo normal, con cada respiro la frescura de la madrugada me apuñalaba un poco más el cerebro.
Sentía, un poco, el cuerpo pero sé que caminaba o corría no se. Algo mojo mis labios, amargo aguachento pero duró poco. Estaba cansado enojado, en un arranque de ira sin sentido, estrelle lo que tenia en la mano contra algo SPLASH mil pedazos de vidrios volaron y la sangre empezó a brotar. Oí unas risas o un llanto, todo se movía rápido sin sentido frenético, frió, duro. Duró una eternidad.
Cuando encontré, en algún lugar, mi conciencia ya no sabía donde estaba ni cuanto tiempo había pasado solo estaba mirando un techo blanco inmaculado, la nada. Me sentía adolorido, confundido solo triste enojado.
Decidí irme no me gustaba ese el lugar, sobre todo el olor, un fuerte olor a lavandia con trapo sucio podrido que tapaba un aroma tenues y lejano la... muerte.
Me senté en la camilla miré mis manos, un punzante dolor me hizo mirar la muñeca tenía suero, lo arranque baje de la cama y camine hacia la puerta, nadie se movió en la sala de espera había hombres y mujeres con caras de cansancio algunos durmiendo otros mirado la nada misma, todos haciendo lo mismo esperando.

Salí por la puerta principal, la luz me encegueció, derrepente tuve sed pero esa sed que es incontenible insaciable desesperante y ya no pude mirar ni escuchar solo camine hacia el primer quiosco que se encontrará en mi camino.

04/06/13

domingo, 23 de junio de 2013

¿Dios, estas ahí? Soy Marta




Le pedí a la virgencita por el malvón blanco. Yo trato de que la enredadera deje de crecer, pero no hay caso. Le dije: señor Dios, páreme la enredadera, haga que no crezca más, mire, esta como loca y mi pobre malvón albino perdido entre tanto verde. ¿Ve? es como la Magdalena, una  prostituta. Y nada, sigue y sigue. Por eso ahora le pido a la virgencita, a la María,  por lo blanco, pienso yo, ella con ese velo, si hubiese conocido a mi malvón albino, seguro tendría el manto hecho de sus pétalos, la tengo en la cocina y le prendo una vela, para decirle: cuide a mi malvón, virgencita. Pero no hay caso, nadie me escucha, ni Dios ni la virgencita, tuve que hacer justicia por mano  propia, y que Dios me perdone.  Con azúcar le hice un círculo alrededor del tronco, a esa viciosa de la vegetación, y le tire una pava de agua hirviendo, para que vea esa guacha. Se lleno de hormigas, intrusas que no hacen más que subirse a malvoncito, así que agarre el veneno y rocié todo el jardín. Se murieron las hormigas y el cedrón.  ¡Ay! Diosito, virgencita ¿qué voy a hacer?  se me ocurrió agarrar la biblia para leer sobre la Magdalena, y dice que la perdonó, pero esa dejó, y está muy desgraciada no, sigue verde y grande. Así que no tuve opción, lo tuve que aislar, alejarlo de la otra,  desenterré al malvoncito, le hice una oración de disculpas por el sufrimiento, y lo plante en una maceta.
Ahora le rezo al padre Mario, porque dicen que cura animales, y mi malvón albino es como un gato siamés hermoso, pero no sé, esta tan triste, se le cayeron todos los pétalos, pelado esta. ¿Será que Dios me dio esta cruz?

miércoles, 19 de junio de 2013

Nadie pinta un árbol en invierno cuando quiere pintar un árbol

Lo vemos a la luz del farol. Sus ramas secas pero no muertas, como dedos que señalan al cielo pidiéndole el sol. De día se vuelve invisible. Nadie se sienta a sus pies, no da sombra ni repara de la lluvia. Sin embrago resiste estoico los embates del viento, como un héroe anónimo cuyo gran poder es el don de la paciencia. Sabe que llegará el día en que su copa se pueble de hojas verdes y canto de pájaros nuevamente.
Majestuoso, es el dueño del tiempo.

Vicky

domingo, 16 de junio de 2013

Exposición



Raúl camina por Corrientes hacia su casa. Cuando choca con un brazo estirado.  Sólo llega a distinguir una mano  y en un movimiento instintivo ataja el papel. Enojado por el exabrupto, lo arruga, con la intención de tirarlo en el primer tacho que encuentre. Entonces lo sorprende un ruido exagerado, que le recuerda a huesos abre la mano y muy a su pesar lee el volante,  “Nueva Galería de Arte, comprar arte embellece tu vida”.
La dirección es la misma que la de su casa,  distinto piso. Extrañado, piensa  que no está nada  mal un toque de elegancia para el edificio. Raúl se considera buen mozo, gracias a la genética, de su hermosa madre y el porte imponente de su padre, piensa que tuvo  suerte en sacar lo mejor de ambos.
Llega al frente del edificio, observa si hay algún cartel en la fachada, pero no hay  nada. La curiosidad aumenta y Raúl sube directamente al primer piso, por  escalera.  Es una manera de mantenerme en forma, piensa, nunca un ascensor. En la puerta ninguna indicación y toca el timbre,  se abre y una señora  le dice “bienvenido” y le hace el ademan de que pase. Raúl pasa y recorre el lugar, no entiende nada de arte y en su vida fue a muy pocas exposiciones pero cree que es de gente culta.
 En el primer ambiente hay fotos de hombres en la misma posición con distintos decorados, parecen todas sacadas en interiores. Pasa un cortinado donde ve que hay pinturas de las fotos, cosa que le parece ridícula e inentendible. Duda antes de seguir pero, cuando da media vuelta con intención de irse,  la señora  esta atrás de él y le sonríe. Le parece de mal gusto irse sin haber visitado el último ambiente. Así que vuelve sobre sus pisadas y decide terminar la muestra. Ahora observa la tercer sala donde hay esculturas de los hombres fotografiados y pintados, sonríe,  pensando que es lógico.
Son esculturas de tamaño natural de un material que no podría definir hay una, que en particular, le llama la atención y se acerca. Frente a la escultura, mirándola, se siente atraído y sin saber el por qué, es un volumen poco definido de su misma altura. La visión es tan intensa que siente marearse y un frio extraño le recorre el cuerpo,  pierde el eje. Estira los  brazos que entran en contacto con la escultura.  Trata de incorporarse y se da cuenta de que las manos penetraron en el material. Hace fuerza y  siente como  partículas del elemento lo succionan. Trata de gritar  y no puede, no se lo permite la presión de la materia incorporada a su pecho, solo la cabeza le queda libre. Lo último que escucha es la voz de la señora diciendo: bienvenido y el sonido de la puerta al cerrarse.  

jueves, 30 de mayo de 2013

Sabores y verduras

Húmedo, cielo gris, después negro, después agua. Mucha agua cayendo, baldes de agua cayendo.
Yo con mi paraguas que apenas alcanza frente al camino infinito a casa. Ya no corro, camino lento, húmedo y gris.
Abro la puerta empujándola con todo el cuerpo y mi figura se impregna en el enchapado símil madera. Paraguas al paragüero, ropa al piso.
Espero a que llegue finalmente la noche que se diferencia del día solo por el noticiero de las nueve. Una alacena vacía, una heladera con una jarra de agua. Solo, el paraguas, el agua y la olla.
(sabor: insípido)

Cebolla:
Del griego xebollum xe circulo y bollum triste por su olor que produce llanto o del árabe cebjolia ceb blanco y jolia capas por su color y constitución o del sajón antiguo heboli heb buen y oli acompañante por su facilidad de uso en multiples platos es una verdura.

Pablo Lapidus

lunes, 27 de mayo de 2013

Sensaciones / sabores


Por Gabi

La cara roja. Un calor del infierno que se precipita. Una sudoración de los laterales, las fosas nasales que se dilatan y se contraen. Los labios temblorosos trastabillan al querer enunciar y deciden seguir mascullando sílabas incomprensibles. El rictus tenso, los ojos agrandados, los oídos que explotan y ahora el adormecimiento, las mejillas que hormiguean, como cacheteadas un millón de veces, en reprimenda por el aprendizaje tardío de lo que no se debe hacer


( p i c a n t e )



Se acercó a mi suave, expectante. Sus manos rozan mi contorno. Cada caricia es energía vibrante, que transforma la sangre quieta en ebullición. Las fosas nasales se dilatan y contraen. Un calor que se precipita a zonas impensadas. Una sudoración dulce. Los labios temblorosos. El rictus que se tensa hasta que el cuerpo explota, y luego el adormecimiento, el reposo obligado. Un hormigueo lento, el despertar de los sentidos.


( p i c a n t e en relato )

Viaje a un lugar desconocido

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LEJANO ESTE

Una lluvia ligera, una harina dulce, caía suave sobre los puestos de un atardecer violeta. El bullicio ensordecedor eran truenos sincopados que rebotaban en los toldos, en la gente, en los autos que pasaban en desfile interminable, corso alegre de gestos fugaces. Nadia caminó entre multitudes aletargadas por el sol oscuro, y pensó que era un buen momento para pedir referencias para llegar a donde la esperaban. Se acercó a un puestero amable, de huesos prominentes y lengua suelta. ¿Usted quiere saber dónde tomar la gambúa del este?, dijo el vendedor. Tiene que doblar a la derecha hasta que encuentre el mercado de Daktir, después doble a la izquierda y siga hasta que se encuentre con la oficina de correos. Ahí, doble dos veces a la derecha, hasta que vea el restaurant de Marcio, en la calle de los edificios de piedra verdolaga. No se puede perder. Mientras vea las luces en la calle Ajtar llega seguro. Nadia se preguntó y le preguntó si una chica como ella podía caminar tranquila, ahora que ya caía una noche aterciopelada, pegajosa. No señorita, no se preocupe, le respondió el vendedor. Aquí es siempre tranquilo, la gente va y viene, va a ver que hay gente de todo el mundo. Si, del Busaravia también eh! ¿No quiere un tuninsin para llevarse? Son los mejores del mundo, no se los puede perder, de otro planeta. Lleva dos, bien, bien. Con qué quiere? Nadia ya no estaba segura de qué quería. El olor a ocre no la dejaba pensar. Y él le dijo que probara con el betsium, que es lo mejor. Después siguió con son cuarenta y cinco drakes y con un gracias, dios la bendiga. Cuando Nadia pensó que ya estaba para salir, el vendedor prosiguió y le aseguró que tenía que seguir derecho, que no se puede perder. Cuando llegue a los edificios verdolaga tiene que seguir dos cuadras por la calle de tierra cerúlea, ahí dobla a la derecha, donde Choiu, el de los pardirum. Y toma cuesta arriba tres o cuatro cuadras, ahora no recuerdo bien. Se va a dar cuenta porque hay un local de flores de dombeya. El señor le indicó a una mujer. ¿Ve esa de rojo? Va para donde usted. Sonrió complacido cuando Nadia le agradeció, mordiendo el segundo tuninsin. Ah, si, muy bueno, no? Rico, rico. Vuelva pronto, y no le compre a la competencia, eh, sólo a mi, Urni. Pregunte por Urni. No se puede perder, es muy sencillo. Porque como dicen, todos los caminos conducen a Bertaj. El boleto lo compra ahí mismo. No se preocupe, acá todo el mundo es amable. Disfrute el paseo señorita. Vuelva pronto, Urni es mi nombre. Dios la bendiga, Dios la bendiga.

Por Gabi

Galera encantada. Con frases escuchadas.

LA RAÍZ

La última vez regresé en ómnibus. Fue un viaje áspero, como son esos trayectos a pelo de caballo, espinosos y malolientes. No tenía sentido el cansancio, sentimiento absurdo que lo alejaba del momento, lo desconectaba de su raíz, del viaje áspero como de pelo de caballo. Ese tenaz amarreteo del aire lo ponía loco, como si el polvo consumiera todo el oxígeno, el viento caliente en la cara –implacable– del zonda.
El cuerpo se tensa y se distiende, a espasmos regulares, lo que hace aún más difícil algo tan simple como respirar. Es el viejo compañero, ese dolor sordo en los pulmones, que lo sigue a sol y sombra, sin descanso. Terror a crecer, eso es lo que le dijo el doctor tantos años atrás, como si por decirlo mágicamente se arreglara, desapareciera, quedase oculto en un rincón. Sentía el odio de los asientos, en esas sacudidas de zamba, un odio cada vez mas acrecentado por el camino de piedra. Aunque no es del todo cierto, pensó Juan de la frase del doctor. No podía echar la culpa a unas pocas palabras. Pero vuelvo al ómnibus, al presente, a lo áspero, irrespirable de esta cachila destartalada, pensó en su cabeza, a reencontrarme con el dolor sordo en el pecho, estoy llegando, tan cerca, falta poco, y el corazón que se acelera como lo hace el viejo colectivo.

Por Gabi

La seguridad de las palabras


No buscaba libertad, la buscaba a ella más segura. Porque así no servía, ese encanto de lo fugaz, como la risa –una chispa en noche de luna–, era pasajero, descartable. Encantador, pero descartable.
No quería esperar ese mensaje que le marcaba cuál era el tiempo para verse. Tampoco la frialdad del beso en la mejilla en reuniones con amigos, los ocasionales roces de los dedos y miradas eléctricas pero distantes. Esa rutina lo estaba volviendo loco. No le era posible vivir bajo sus normas, sus reglas siempre ocultas, solapadas: entrelíneas de un texto mayor. No, no quería eso. Algo más, que ahora estaba ausente, una constancia, una tranquilidad, una frase dicha en el momento justo. Eso era lo que necesitaba: la seguridad de que las palabras iban a aparecer, hacerse presentes en esta cena para uno.

Por Gabi

Espacios intermedios


Las calles repiquetean de gente que se desliza sin esfuerzo, y sus pasos marcan el transcurrir de un tiempo sin lluvias, seco de cactus. Casas llanas, de piedra gris, suben hacia el cielo en búsqueda de respuestas a viejas preguntas. Las hay hasta el horizonte, donde se dejan ver con perfil irregular, moles que se agigantan cuando el sol se apaga.
Las paredes tienen pintadas con carteles que se me antojan antiguos, recubiertas por un polvillo fino que inunda la ciudad. Quizás por esto el aire se siente extraño, difícil. Los vehículos circulan lento, al ritmo de la gente. Detrás de las casas pasa tal vez un avión, lo único que interrumpe el zumbido de la ciudad, un murmullo de ecos pasados.
Hay algo de sagrado, algo de paz que se transmite, que trasciende. Serán los puentes. Comunican la ciudad, enclavada en las montañas, pero comienzan mucho antes: puentes apurados por despegarse del suelo, ansiosos por conectar con lo divino, un suspiro o una plegaria quizás, suspendida en el aire.


Por Gabi

Ejercicios de verano - La vuelta manzana


La vuelta manzana


La calle transpiraba del sopor de la tarde, envuelta en luces naranjas. Una vendedora oscura, opaca, fuma afuera del local mientras charla risueña con un hombre calvo. La vidriera hace de pared imaginaria para una multitud de zapatos que se agolpan frente a él, queriendo salir a dar una vuelta. Es en ese momento que un colectivo interrumpido atraviesa el empedrado marciano de la calle musical, mientras una moto gorda llama la atención de una pareja antigua que toma café en la esquina. Distendidos, charlan entre espirales de humo, ignorando a las cafeteras agrietadas que los miran en la vitrina, esperando sean sus dueños. Más atrás, un paredón señorial canta al sol, mientras vitrales callados observan. Enfrente, árboles toman café al lado de la avenida ansiosa.

Por Gabi

Poesía manuscrita

Por Vicky Raimondo:





jueves, 23 de mayo de 2013

El caracol y su rutina circular

Se desliza por el patio guiado por sus ojos antenas, lleva a cuestas nada menos que su casa. Por este motivo, el caracol avanza tan lento y deja a su paso una estela de baba que lo adhiere al piso, como un pegamento que evita que se bambolee de un lado a otro. Estas travesías lo dejan tan extenuado que al llegar a destino no puede hacer otra cosa más que enrollarse hacia adentro y dormir hasta el próximo atardecer. Luego seguir arrastrando consigo el paso del tiempo.
                                                                                                                                               

La reina que llora

Sentada en su trono de piedra, la reina sujeta la copa dorada que contiene las cenizas de su primogénito.
La corona pesa en su cabeza de trenzas que no puede soportar la tristeza. Llora en soledad a la orilla del río, recordando al niño cuya voz no llegará a oír jamás.
                                                                                                                              
                         Vicky R.

domingo, 19 de mayo de 2013

Naturaleza divina

La mano de Dios destierra un árbol y manda al Rey, frotador de de capas a que otros hombres desplantan mas árboles. ¡La orden? El nueve de bastos tiene que ser completado. En el castillo, su hijo Johnny trata de elegir “¿qué copa tomo?” Mientras sus tres hermanas borrachas festejan que ningún caballero, de espadas o copas, llorará la carta llena de troncos caídos.



miércoles, 8 de mayo de 2013

Cut & paste analógico

Consigna: collage con fragmentos de textos literarios (en este caso recortamos a Borges, Cortazar, Baricco...)

El poema de Gabi


Cut & Paste analógico. La versión literaria

Consigna: collage con fragmentos de textos literarios (en este caso recortamos a Borges, Cortazar, Baricco...)

Los poemas de Vicky

Cut & Paste analógico

El poema de Pablo (aun sin collage)
 El bello collage de Gabi (no tengo el texto del que surgió)


Cut & Paste formato analógico 

La culpa de Ine
La versión pictórica de Vicky


Cut & Paste, formato analógico

consigna 1: con fragmentos de revistas y folletos armamos textos nuevos
consigna 2: con el texto visual de un compañero armar una representación gráfica no verbal


"La maestra de Estrellas" de Dani.
La versión de Moller