domingo, 16 de junio de 2013

Exposición



Raúl camina por Corrientes hacia su casa. Cuando choca con un brazo estirado.  Sólo llega a distinguir una mano  y en un movimiento instintivo ataja el papel. Enojado por el exabrupto, lo arruga, con la intención de tirarlo en el primer tacho que encuentre. Entonces lo sorprende un ruido exagerado, que le recuerda a huesos abre la mano y muy a su pesar lee el volante,  “Nueva Galería de Arte, comprar arte embellece tu vida”.
La dirección es la misma que la de su casa,  distinto piso. Extrañado, piensa  que no está nada  mal un toque de elegancia para el edificio. Raúl se considera buen mozo, gracias a la genética, de su hermosa madre y el porte imponente de su padre, piensa que tuvo  suerte en sacar lo mejor de ambos.
Llega al frente del edificio, observa si hay algún cartel en la fachada, pero no hay  nada. La curiosidad aumenta y Raúl sube directamente al primer piso, por  escalera.  Es una manera de mantenerme en forma, piensa, nunca un ascensor. En la puerta ninguna indicación y toca el timbre,  se abre y una señora  le dice “bienvenido” y le hace el ademan de que pase. Raúl pasa y recorre el lugar, no entiende nada de arte y en su vida fue a muy pocas exposiciones pero cree que es de gente culta.
 En el primer ambiente hay fotos de hombres en la misma posición con distintos decorados, parecen todas sacadas en interiores. Pasa un cortinado donde ve que hay pinturas de las fotos, cosa que le parece ridícula e inentendible. Duda antes de seguir pero, cuando da media vuelta con intención de irse,  la señora  esta atrás de él y le sonríe. Le parece de mal gusto irse sin haber visitado el último ambiente. Así que vuelve sobre sus pisadas y decide terminar la muestra. Ahora observa la tercer sala donde hay esculturas de los hombres fotografiados y pintados, sonríe,  pensando que es lógico.
Son esculturas de tamaño natural de un material que no podría definir hay una, que en particular, le llama la atención y se acerca. Frente a la escultura, mirándola, se siente atraído y sin saber el por qué, es un volumen poco definido de su misma altura. La visión es tan intensa que siente marearse y un frio extraño le recorre el cuerpo,  pierde el eje. Estira los  brazos que entran en contacto con la escultura.  Trata de incorporarse y se da cuenta de que las manos penetraron en el material. Hace fuerza y  siente como  partículas del elemento lo succionan. Trata de gritar  y no puede, no se lo permite la presión de la materia incorporada a su pecho, solo la cabeza le queda libre. Lo último que escucha es la voz de la señora diciendo: bienvenido y el sonido de la puerta al cerrarse.  

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