No buscaba
libertad, la buscaba a ella más segura. Porque así no servía, ese encanto de lo
fugaz, como la risa –una chispa en noche de luna–, era pasajero, descartable.
Encantador, pero descartable.
No quería
esperar ese mensaje que le marcaba cuál era el tiempo para verse. Tampoco la
frialdad del beso en la mejilla en reuniones con amigos, los ocasionales roces
de los dedos y miradas eléctricas pero distantes. Esa rutina lo estaba
volviendo loco. No le era posible vivir bajo sus normas, sus reglas siempre
ocultas, solapadas: entrelíneas de un texto mayor. No, no quería eso. Algo más,
que ahora estaba ausente, una constancia, una tranquilidad, una frase dicha en
el momento justo. Eso era lo que necesitaba: la seguridad de que las palabras
iban a aparecer, hacerse presentes en esta cena para uno.
Por Gabi
Bellisimo, Gabi!! Te extrañamos!
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